Y te da envidia…

A lo largo de mi vida no me he topado con muchas personas que digan que son completamente felices, pero, esas personas, existen.

Y quién lo iba a decir que un día me toparía con alguien que afirmara una y otra vez que es plenamente feliz con su vida. Si me lo pongo a pensar, nunca he coincidido con alguien que afirmará delante mío tan rotundamente «Soy feliz con mi vida» y sinceramente, no debería, pero me produce un sentimiento de envidia cochina.

Todo viene a raíz de que, debido a mi situación actual, y como ya comenté en alguna entrada anterior que si no te sumerges en internet en estos tiempos parece que no eres nadie, me topé con un curso gratuito de Redacción Digital, no es un curso propiamente dicho desde mi punto de vista, pero sí te enseñan unas cuantas pautas muy interesantes. El caso es que la persona que lo imparte, no para de repetir lo feliz que es de trabajar en lo que le gusta y le llena. Parece ser que antes trabajaba en Televisión Española y en alguna que otra empresa más, siempre con un horario de trabajo muy esclavo, sin sentirse valorada, sin sentirse realizada… en fin, como creo que nos sentimos una inmensa mayoría de nosotr@s en nuestro día a día y trabajando para terceras personas.

Pues bien, ella vio un nicho de mercado en el mundo online y decidió coger el toro por los cuernos, montarse su propia empresa trabajando desde su casa, y marcándonse ella sus horarios, lo que le permite pasar más tiempo en familia, viajar y un montón de ventajas más. ¡Y encima trabajando de lo que le gusta!

Y yo me pregunto: ¿Cuántas personas en el mundo pueden decir eso? ¿Cuántas personas se levantan felices por la mañana pensando en que van a trabajar? ¿Cuántas personas tienen un trabajo que les llena? Desde mi percepción creo que no muchas, pero a lo mejor estoy equivocada.

Que sí, que en principio eso lo podemos hacer todos, que simplemente se trata de tomar la decisión y dedicarse a ello, que nadie te regala nada y que todo es fruto de tu esfuerzo, trabajo y dedicación, pero… ¡Es que da tanto miedo cuando tienes unos gastos fijos que tienes que cubrir, hijos a los que alimentar y un sinfín de cosas más! ¿Quién se atreve a arriesgarse, a ser valiente, a coger el toro por los cuernos?

Soy consciente que hay momentos en la vida que hay que tomar decisiones y arriesgarse, pero ¿cuál es ese momento? ¿Existe el momento ideal?

Yo creo que seguiré con la cabeza escondida esperando que llegue mi momento y tenga el valor de tomar esa decisión😔

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Y me quedo sin palabras…

Hace un tiempo que decidí reducir el volumen de noticias que miraba porque me saturaba, pero hay algunas que no puedo pasar por alto.

Y quién lo iba a decir que un día iba a leer una noticia con el título «Jardinero de Minecraft y entrenador de avatares: según el gobierno de España, son dos empleos con futuro«.

Yo no sé vosotr@s pero yo me he leído el título un par de veces pensando que no lo estaba haciendo bien. Pues sí, exactamente pone eso. Y para llegar a esa conclusión han participado más de un centenar de investigadores expertos… ¡ahí lo dejo porque yo me he quedado sin palabras!

Según indica el artículo, el pasado mes de marzo surgió una oferta de trabajo en el Reino Unido donde se buscaba a jardineros virtuales para que aconsejaran a otros jugadores a la hora de dar forma a sus mundos y pagaban 60€ la hora más o menos. Y no puedo evitar pensar la de veces que le he llamado la atención a mi hijo para que dejase de jugar y se pusiera a hacer los deberes… ¡¡¡Pues a lo mejor me estoy equivocando del todo y lo que tiene que hacer es dejar los deberes para jugar al Minecraft!!!

Es cierto que cada vez se puede leer más en los medios que profesiones como vendedor en tienda, conductor de camión, cajeros, telemarketing, trabajador de oficina bancaria y un sinfín más de profesiones habituales están tendiendo a desaparecer, pero las alternativas que ofrecen me parecen surrealistas, me hacen sentir como en la película Regreso al futuro, pero no puedo estar más convencida de que llegaremos a ese futuro.

Las nuevas profesiones sobre las que he leído son de lo más variopinto como por ejemplo:

Nano médico, parece que en el futuro nos implantarán microchips para administrarnos los fármacos desde dentro, y la verdad, no me parece tan malo.

Ciber abogado o líder digital de lo legal, para defenderte en las estafas por internet (cada vez son más los ciberataques) y para los drones, porque piloto de drones también es una de las profesiones en auge y, por lo que parece, dentro de poco abran más en el espacio aéreo que pájaros.

Diseñador de órganos 3D, que tampoco me parece mal.

Chef de impresión 3D, si señor, la comida se imprimirá en 3D. Por lo que parece ya existe un restaurante en Londres con este tipo de comida al módico precio de 250€ por comensal. Pero calculan que cuando baje el precio de esta tecnología podría suponer el fin del hambre en el mundo… ¡ya subirán los precios por otro lado!

Walker Talker, esta es la que más me ha gustado y una de las que encuentro más necesarias. Se trata de personas que escuchen y hablen con las personas mayores, no nos equivoquemos, no son cuidadores que se ocupan de sus necesidades básicas como comer, bañarse, etc., simplemente los escuchan y me parece muy bonito y necesario (y a la vez triste que tenga que existir esta profesión), porque al ritmo de vida actual, cada vez tenemos más olvidados a nuestros mayores, ya sea por falta de tiempo, por distancia o, simplemente, por el día a día.

Luego están las nuevas profesiones creadas por la pandemia: rastreadores de coronavirus, controladores de temperatura, embajadores de distanciamiento social (que no sé muy bien que es), fabricantes e instaladores de pantallas de protección, prevención de riesgos Covid-19 en la empresa, y así un largo etcétera.

Y evidentemente, está en auge los profesionales de la salud mental porque a este ritmo, los vamos a necesitar todos.

A mí me parece todo un poco surrealista y la verdad el futuro me da un poco de miedo, pero también espero llegar a verlo 😅

Y vosotr@s ¿cómo lo lleváis?

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Y cuando piensas…

Hay que ver las cosas que piensas cuando tienes un montón de tiempo libre y tus sentidos perciben todo lo que te rodea.

Y quién lo iba a decir que tendría tanto tiempo libre como para pensar un montón de tonterías… bueno a lo mejor no son tonterías, pero a mí, de entrada, me lo parecen.

¿Os habéis dado cuenta que siempre que estamos en una cola, va más rápida la cola en la que tú no estás?

Seguramente esto tenga una explicación super lógica de esas que todo buen psicólog@ te puede aclarar fácilmente, pero esta semana me ha dado por fijarme en esta tontería y me he llegado a obsesionar. He ido al supermercado y me he puesto en la cola que he pensado que iba a ir más rápida, por supuesto, he analizado la gente que había por delante, la cantidad de cosas que llevaban, etc., porqué claro, no es lo mismo tener a una persona por delante con el carro hasta los topes que dos personas con una cestita cada una. Pues ni con esas, siempre he acabado en la cola más lenta, ya sea porque una de esas personas de la cestita no encontraba el monedero en ese pedazo bolso que llevaba, o porque se había olvidado una cosa y ha ido corriendo… el caso es que el del carrito hasta los topes se ha ido mucho antes de que yo haya llegado siquiera a poner las cosas en la cinta. Evidentemente he pensado en cambiar de cola, pero seguro que Murphy hubiera venido conmigo, últimamente creo que Murphy ha decidido pasar una temporadita a mi lado.

Si voy en el coche y hay caravana, por ejemplo, en la cola del peaje, me pasa exactamente lo mismo. Todos los carriles avanzan menos el mío, si me cambio de carril y me voy al que hasta ese momento se ha ido moviendo más rápido, entonces deja de moverse y avanzan en el que yo estaba…

Sinceramente, no sé qué me pasa, pero como siga fijándome en estas cosas cuotidianas (que estoy segura que les pasa a todo el mundo) que es mejor no pararse a pensarlas, no sé cómo va a acabar mi cerebro. 🤪🤪🤪🤪

¿A vosotr@s os pasa lo mismo en las colas?

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Y te planteas tantas cosas…

Yo creo que en la vida de todas las personas llega un momento en que te planteas, como mínimo, algún aspecto de tu vida.

Quién lo iba a decir que a lo largo de nuestra existencia acumulas una gran cantidad de cosas, tanto tangibles como intangibles, que se van añadiendo a esa maleta que vamos paseando por la vida. Y tarde o temprano, llega un momento, en qué te planteas si realmente necesitas todo eso.

Tengo que reconocer que yo era una de esas personas que lo guardaba todo, porque nunca se sabe cuándo lo vas a necesitar. ¿A quién no le ha pasado que ha estado guardando años y años algún objeto y cuando ha decidido deshacerse de él, al poco tiempo lo ha necesitado? Pues sí, a mí me ha pasado, pero sinceramente, me ha pasado en contadas ocasiones.

Tenía la casa abarrotada de figuritas en los muebles, esas que te van regalando tus familiares y/o amigos cuando se van de viaje, o esas que te compras tú cuando vas a algún sitio porque, si no te traes el típico recuerdo, parece que no hayas estado allí, trofeos de cuando jugabas de joven a algún deporte, botellas de ese licor que no bebes, pero que nunca está de más por si viene alguna visita a la que le gusta, cantidades ingentes de vasos de nocilla y platos de mil vajillas diferentes que no usas, porque siempre utilizas los mismos, pero que ahí los tienes… ¡por si acaso!

Todo esto sin querer entrar en detalles del cajón de los calcetines, ese que tienes abarrotado de calcetines sueltos, porque han desaparecido en la lavadora, pero que aún estás convencid@ de que, la lavadora se apiadará de ti y algún día te los devolverá.

Hace unos años, realizamos una mudanza que coincidió con toda la moda de Marie Kondo y su maravilloso método para poner orden en tu vida y fue mi momento… ¡me fui casi con lo puesto! Dejé atrás todas esas cosas que me impedían tener una vida ordenada y relajada, porque es cierto, no necesitamos arrastras todas esas cosas para saber y recordar los momentos que pasamos en ese viaje, o esa figurita tan fea que teníamos escondida en un cajón, que nos regaló la tía Pepa, para acordarnos de ella y, seamos realistas, la lavadora no nos va a devolver los calcetines!! Como me encanta el tema del DIY (Hazlo Tú Mismo) acabaron así:

Sí, me volví minimalista, me sumé al «menos es más«, empecé una nueva vida con lo necesario para ser feliz, tardo la mitad de tiempo en limpiar la casa, incluso tengo que reconocer que tengo algún cajón vacío…

Me guardé un rinconcito para poner, de tanto en cuando, esos jarrones que me da por hacer después de ver los programas que os expliqué aquí y, de momento me va bien, tengo más tiempo para mí y los míos y como no, para pasear con mi fiel labrador.

Y a falta de nada mejor…

Cuando llegas a ese punto que leer te aburre, que ver la televisión te aburre, que no puedes pasear ¿Qué te queda?

Quién lo iba a decir que llegaríamos a un mundo en que no podríamos vivir, sin tener cerca de nosotros, un dispositivo con el que poder conectarnos a Internet. No me considero vieja, me falta muy poquito para llegar a los 50, pero tengo que reconocer que, a veces, digo expresiones que cuando se las oía a mis padres pensaba que yo nunca las iba a decir. Te pones a hablar con amigos y acabas diciendo frases como: en nuestra época esto no pasaba…, te acuerdas cuando los polos costaban 25 pesetas…, cuando era joven nos pasábamos el día en la calle jugando a pistoleros…, eso sí que era música no lo que escuchan hoy en día…

Yo recuerdo la primera vez que me senté delante de un ordenador, toda la pantalla negra y una rayita en la parte superior izquierda parpadeando… vamos, que le escribías tú la orden que querías que el ordenador hiciera, o te podías tirar todo el día delante de la pantalla esperando. Luego llegó Windows, ese maravilloso sistema que nos ha facilitado tanto las cosas, y todo cambió. Debe ser por eso que hoy, hasta los niños de 4 años son capaces de hacer funcionar un ordenador o cualquier aparato electrónico que les pongas delante, sí, sí, las nuevas generaciones empiezan desde pequeñitos, pero es que los padres somos los primeros que les ponemos nuestros móviles delante para que nos dejen comer tranquilos, o hablar con los amigos sin que nos molesten o vete a saber tú porqué se los ponemos ¿Será por eso que aprenden tan rápido?

Yo intento recordar que hacían mis padres para que no los molestara y no lo recuerdo, en mi memoria hay imágenes en las que me decían que me estuviera calladita y yo me entretenía con cualquier cosa que tuviera cerca de las manos: un libro, una muñeca, daba igual. No éramos santos, cuando nos daba por ponernos pesados no había quién nos parara, pero con una mirada de tus padres, no una mirada cualquiera no… ¡Esa mirada! entendíamos el mensaje. ¿Éramos mejores? No, no lo creo, simplemente eran otros tiempos como se suele decir.

Antiguamente, antes de salir de casa, te asegurabas de que llevaras las llaves y la cartera, como mínimo. Ahora con llevar el móvil tienes suficiente, porque la puerta de casa, y hasta la del coche, la puedes abrir con el móvil, y para pagar lo haces con la aplicación de pago del dispositivo que para eso está.

El otro día, mi hija me comentaba que había visto un video en YouTube, de no sé qué programa, en que paraban a una chica joven por la calle y le daban un Callejero para saber si era capaz de llegar a una dirección en concreto; la pobre se puso de todos los colores y preguntó que eso cómo funcionaba, pero lo peor, es que mi hija me preguntó lo mismo, que ella no había visto nunca eso. Algo estamos haciendo mal… o no.

Así que, cuando me harté de ver las series que veía hace años como El equipo A, Magnum, Los Serrano, hasta Los Ángeles de Charlie encontré (tengo que ser honesta y aclarar que verlas ahora no es lo mismo, parece todo tan «falso» acostumbrados a los efectos especiales actuales…) me puse a buscar por Internet sitios que visitar con la familia cuando acabe toda esta pandemia, recetas originales para hacer en familia, manualidades de decoración para hacer en familia… porque, al fin y al cabo, sean los tiempos que sean ¡lo importante es estar con la familia!

Y ya de vuelta en casa…

No sabría decir si es más duro el antes, el durante o el después, pero todas las fases están siendo complicadas para mí.

Quién lo iba a decir que me iba a resultar todo tan difícil. Incluso cuando ya ha pasado lo, supuestamente, peor, me sigue costando.

Primero es el miedo a hacer cosas bajo la advertencia de que, el esternón esta todavía sin soldar y los movimientos bruscos pueden ocasionar problemas graves (te pasas el día rezando para no estornudar). Ya sales del hospital adoctrinada por las enfermeras de que «te tienes que querer mucho«, es decir, cruzar los brazos delante del pecho para levantarte, toser, etc. Claro, vives con miedo a oír ese «crac» que quiere decir que se ha separado el esternón, porque ya sólo te falta eso.

Te sientas en tu sofá por la mañana, después de pasarte toda la noche sin dormir porque, al menos yo, no soy capaz de dormir boca arriba, que es la única posición posible durante dos meses, eso sí, te has visto toda la programación de la noche hasta que aparece la pitonisa de turno que dice que te va a solucionar todas tus inquietudes en el dinero y el amor (y no tengo nada en contra, pero hay momentos en la vida en que no estas para estas cosas). Y a seguir viendo tele, porque entre el dolor, los calmantes que no te dejan leer,porque después de leer un párrafo veinte veces te das cuenta que no te enteras de lo que pone, y las pocas ganas de nada pues… eso.

Para colmo por fin te enteras que es eso del Sintrom que oyes cuando vas al centro médico,¡Y vaya si te enteras! Como que me toca de por vida y se me hace un mundo el tema de la vitamina K y lo que puedes comer y lo que no, y si no llegas al mínimo que te toca (que es habitual al principio hasta que te encuentran la dosis) te toca pincharte heparina… ¡Y eso sí que es ya para valientes! pero por muy cobarde que seas (como es mi caso) no toca otra y ¡ala!.. pa’lante.

Y eso no es lo peor… ¡qué va! lo peor viene cuando, te intentas poner el tejano de toda la vida y no te entra, porque tanto reposo tiene eso, que no te mueves, que vas picando entre horas por la ansiedad, el aburrimiento o llámalo como quieras, porqué, además, he dejado de fumar… total que si no tenía bastante, ahora a ver como pierdo todos estos kilos, si de momento el único ejercicio que puedo hacer es caminar y en plano, porqué, por desgracia, por culpa de la pandemia las rehabilitaciones cardíacas estan suspendidas, como supongo que muchas otras cosas de las que nos está privando este virus.

Tengo que aclarar que, durante todo este proceso, estoy haciendo muy buenos amig@s, la gran mayoría mayores que yo y lo están llevando muchísimo mejor.

Pero no me quejo, estoy aquí lamentándome de todo esto… ¡y eso ya es ser afortunada!

¡Si tenéis algún truco para no picar entre horas… soy toda oidos!

Y llega el momento temido…

Hay situaciones que tanto deseas que no lleguen nunca como que lleguen ya… y tarde o temprano llegan.

Quién lo iba a decir que después de tantas idas y venidas al hospital, tantas pruebas, tantos nervios, iba a llegar el momento.

Por un lado, lo estaba deseando con todas mis fuerzas, por otro, mi mente y mi cuerpo se resistían a cruzar la puerta del hospital dónde todo iba a cambiar, en principio, para mejor, pero siempre queda esa vocecita en el subconsciente que dice: «Y si…«

Ingresé el día anterior de la operación al mediodía, nos fuimos con tiempo, porque siempre es difícil aparcar y yo estaba muy nerviosa como para estar más tiempo en casa. Como no, Murphy apareció y ese día aparcamos a la primera lo qué incrementó el tiempo que perder antes de ingresar, fuimos a la cafetería a por un café con leche que no sabía cuándo volvería a tomarme y fumarme ese cigarrillo que sabía que no volvería a fumarme nunca más.

Nada más entrar ya nos informaron que a partir del día siguiente confinaban de nuevo el hospital por la pandemia, por lo qué no iba a poder recibir visitas durante toda mi estancia, a mi marido, eso sí, le permitían venir a despedirse de mí antes de entrar en quirófano.

A partir de ese momento fue toda una sucesión de visitas de médicos, enfermeras, analíticas, ecocardiogramas y demás. Por la noche, no pegué ojo, y menos cuando vi que ponían delante de mi puerta una camilla (mi carroza la llamé yo) con la ropa esteriliza para ir al quirófano por la mañana. Tengo que aclarar que yo no había entrado nunca en un quirófano y para ser la primera vez hubiera preferido una intervención pequeñita… ¡¡no una a corazón abierto!!! Pero claro, eso no lo decidimos nosotros sino el destino.

Vino el camillero, vino mi marido del que me despedí y no volví a ver hasta 12 días después, y entré en quirófano. Pase unos días en UCI y después cinco días más en la unidad de críticos hasta que me subieron a planta. No voy a entrar en detalles porque ha sido una de las peores experiencias que he tenido en mi vida, y no porque el personal sanitario no fuera de lo más atento y agradable, sino simplemente porque estaba sin mi familia, porque estaba rodeada de máquinas, porque… simplemente no estoy echa para estar en un hospital. Lloré cuando pude ver la luz del día, lloré cuando vi a mi familia y lloré cuando volví a casa.

Pero todo eso ya ha pasado y, a pesar de estar en rodaje, vuelvo a estar en marcha… ¡Así que allá vamos!

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