Hay cosas en esta vida que nunca te planteas y cuando lo haces no sabes ni cómo lo has hecho.
Y quién lo iba a decir que yo iba a dejar de fumar. Sí, porque yo siempre he sido de esas personas que disfrutaba fumando, ni siquiera me planteaba dejar de hacerlo.
En el momento en que me dijeron que me iban a operar del corazón decidí que el día que ingresará en el hospital me fumaría mi último cigarro. Y ni yo misma me lo creo, pero así fue. Con la mochila colgada al hombro y preparada para entrar por la puerta del hospital me fumé lo que sabía que era mi último cigarro.
Tengo amigos que llevan muchos años intentando dejar de fumar, han probado de todo, pastillas, hipnosis, fuerza de voluntad, prácticas de relajación, chicles, parches de nicotina…, y nada, al poco vuelven a fumar. Yo nunca lo había probado porque no tenía ni la más mínima intención de dejarlo. Tengo que aclarar que hablo de amigos que fuman bastante, yo me fumaba medio paquete al día… ¡Pero cómo lo disfrutaba!
Bueno, a lo que voy, desde ese día ni siquiera he tenido la tentación de encender un cigarro. No lo he echado en falta. Incluso he pasado a ser como muchos exfumadores, antes no notaba el olor a tabaco, pero ¿ahora? Lo huelo a leguas. No me molesta, pero es curioso como antes cuando alguien me decía: ¡Qué peste a tabaco! Yo me los miraba y pensaba: Qué exagerada es la gente, pero ahora, lo entiendo perfectamente.
Recuerdo que estando en la unidad de críticos, toda orgullosa por mi decisión le dije al médico: Doctor, he dejado de fumar. Me miró con media sonrisa en la cara y me contestó: Enhorabuena, eso siempre es bueno, aunque tu problema de corazón no tiene que ver nada con el tabaco. ¡Me quedé a cuadros! Pero una vez tomada la decisión no iba a volver atrás.
Ahora puedo decir orgullosa que hoy hace un año que dejé de fumar y espero poder decirlo muchos más años.
¿Vosotr@s habéis pasado por esta situación? ¿Cómo lo hicisteis?